Año proyecto: 1912.
Año fin de obras e inauguración 1920.
Arquitecto: Josep Maria Coll i Bacardí (1878-1917)
Edificio de estilo modernista tardío, obra del arquitecto Josep Maria Coll i Bacardí. Cuenta con una curiosa historia más allá de su singular arquitectura.
Su finalidad constructiva fue dotar a la ciudad de una herramienta de prevención y control de la sanidad pública, dentro del conjunto de medidas que a finales del s. XIX adoptó el Ayuntamiento de Terrassa para intentar evitar las epidemias. En aquella época no existían los antibióticos y las enfermedades infecciosas y parasitarias eran un riesgo en la población, cada vez más concentrada en núcleos grandes. En 1885 el consistorio instaló en el antiguo Hospital de Sant Llàtzer una caldera para hervir la ropa de los casos graves producidos por las enfermedades infecciosas. Se instalaron también buzones en el propio Hospital para denunciar anónimamente los focos de las infecciones. También se utilizó el actual Castell-Cartoixa con el nombre de Llatzaret. En 1905 se habilitó un laboratorio químico para analizar las aguas, vinos, leche, carne, pan y sustancias relacionadas con la luz de gas del alumbrado público. En 1911 el Ayuntamiento adquirió máquinas de esterilización que hicieron necesaria la habilitación de un espacio específico para esta actividad sanitaria, las máquinas provenían de París y costaron 17.755 ptas. Cuando en 1912, el doctor Josep Ullés se convirtió en alcalde de la ciudad, una de sus principales preocupaciones fueron la sanidad y la educación. Promovió un centro de atención sanitaria primaria y se adquirieron los terrenos en las afueras de la ciudad, en un lugar aislado, para la construcción pública de este complejo que diera cabida a las nuevas maquinarias de desinfección y esterilización de las ropas y objetos de los enfermos como prevención de las enfermedades contagiosas. La desinfección de la ropa consistía en cuatro grandes fases: El lavado mecánico, la esterilización en una autoclave, el secado y finalmente el planchado.
Para la construcción del parque de la desinfección el Doctor Ullés (alcalde la de ciudad) abrió una subvención pública para llevar a término la edificación de unas instalaciones adecuadas, donde se tenía el terreno de 8.000 m2 adquirido a Miquel Alavedra por 4.000 ptas., localizado a las afueras de la ciudad en la carretera de Olesa.
El edificio fue proyectado por el arquitecto municipal Josep Maria Coll Barcardí en 1912. Pero este proyecto inicial del arquitecto nunca se realizó en su totalidad, ya que incorporaba otro edificio para la incineración de los objetos, pabellones de aislamiento, así como la plantación en todo el solar de árboles de eucaliptos. También se puede apreciar, según los planos originales, el cambio de la cubierta.
Planos del proyecto original.
En 1915 se dio la aprobación y se adjudicaron las obras a Joaquim Borrell Carreras, sin subasta, por concesión especial prevista legalmente. Pero el 24 de noviembre de 1916 muere el adjudicatario.
Pero el peor momento llegó el 24 de marzo 1917 con la muerte el arquitecto Josep Coll i Bacardí.
En febrero de 1917 se realiza un nuevo proyecto de finalización de la obra y construcción del pabellón de máquinas, por parte del arquitecto municipal Melcior Vinyals i Muñoz (sin variar el proyecto inicial), adjudicado la constricción a Joaquín Codina y Baltà, que murió en 1918. En diciembre de 1918 se realizó la recepción definitiva y la liquidación de las obras.
El edificio es finalmente inaugurado después de todas las vicisitudes acaecidas el 5 de julio de 1920, no pudiéndose llevarse a cabo todos los planteamientos de Coll i Barcardí por falta de presupuesto.
Cuando el parque entró en funcionamiento, el traslado de la ropa infectada se hacía a través de dos carruajes, uno de color rojo que señalaba el peligro de infección del material que transportaba, y otro blanco, aséptico, que era el encargado de devolver los objetos una vez habían sido desinfectados a sus propietarios. Curiosamente ambos carruajes eran portados por un único caballo que cambiada de carruaje según el caso.
Foto de los dos carruajes a caballo.
Este sistema de transporte fue sustituido en 1926 por dos camionetas del modelo Ford T. Una de color negro, que recogía la ropa y los colchones de las casas y los transportaba al parque de la desinfección y una vez desinfectados un vehículo de color blanco los llevaba de vuelta a casa de sus propietarios.
Se contaba también con un cuerpo de brigadas que desinfectaba y desparasitaba a domicilio.
Detalle de las piletas para llenarlas con lejía y Jabón, para la máquina de lavar. Foto original y foto del estado actual.
Zona para extender la ropa desinfectada.
Autoclave donde se desinfectaban las fibras de los colchones.
Vista del interior en su momento original.
Vista de los espacios interiores a día de hoy.
En 1928 se realizó un informe sobre las malas condiciones del gran depósito de agua y la necesidad de reformar la cubierta. Con el tiempo las funciones cayeron en desuso y el edificio cayó en un lento abandono. Durante la década de los años 40 y 50 acogió el servicio de perrera municipal para el sacrificio de los perros abandonados.
Ya en democracia, tuvo lugar un tira y afloja entre el Ayuntamiento y la Asociación de Vecinos de La Maurina, donde los vecinos reclamaban el edificio como equipamiento vecinal. No fue hasta 1984 que el edificio fue recuperado como laboratorio Municipal.
El día 10 de septiembre del 1986 se inauguró, a cargo del alcalde Manuel Royes, las obras de restauración del Parque de la Desinfección y los jardines, a los que se les asigna el nombre del arquitecto Coll i Bacardí.
En el año 2000, el edificio pasó a formar parte del área de medio ambiente del Ayuntamiento de Terrassa. Se llevó a cabo una remodelación y modernización de todas sus instalaciones técnicas y una revisión de los procesos para poder afrontar con fiabilidad y garantías en el servicio de control de las aguas potables y residuales, de las fuentes naturales y las piscinas, así como del control de la contaminación atmosférica y otros relacionados con el control higiénico-sanitario de los alimentos además de otros controles dentro del ámbito de la sanidad ambiental. Han pasado los años, pero su función sigue siendo la misma: preservar por la salud pública.
El Edificio
Es un concepto de edificio funcional adaptado a las necesidades de su uso, siguiendo los perceptos sanitarios, que aconsejaban su instalación lejos de las zonas edificadas.
Por tanto, es un edificio aislado, localizado a las afueras de la ciudad y orientado al mediodía, como las iglesias románicas, por el mismo motivo que éstas, optimizar la luz de los espacios interiores y la ventilación de los pabellones, en este caso destinados a la desinfección.
Se organiza una separación, se hace una entrada para la ropa y objetos sucios y otra de salida de los objetos desinfectados. El edificio tiene planta semicircular en forma de abanico extendido. Con este diseño de planta, se busca dar respuesta a la funcionalidad deseada, que es la fácil salida de los vapores producidos en el proceso de desinfección que se consensan en el interior. La planta del edificio no es un capricho formal del arquitecto, ya que esta forma en abanico permite una mejor irradiación y extracción del vapor que se generaba en su interior a través de los procesos de desinfección.
Consta de una sola planta, con los muros agujereados por una sucesión de aberturas en arco redondo simétrico respecto a un eje horizontal, sobre la que se levanta otro cuerpo, con una serie de tragaluces en forma de bóvedas de arco apuntadas que sobresalen de la cubierta. Cuenta con una torre mirador cilíndrica en el vértice, dominando el conjunto. Se utiliza la cerámica como elemento decorativo colorista, un elemento típico dentro de la decoración que el arquitecto utiliza en sus construcciones.
El edificio responde a un estilo arquitectónico ecléctico con soluciones pertenecientes a la estética modernista. Los muros y la fachada están fabricados en ladrillo y hormigón. En el interior presenta columnas de hierro y vigas forjadas. Los techos están revestidos de tres hojas de ladrillo.
La fachada posterior es simétrica respecto al eje central que marca la torre. Existe la intención de dar valor a las dos fachadas, cada una cuenta con su propia personalidad. El arquitecto jugó con la disposición de las ventanas de una manera creativa, situando grupos de cuatro oberturas acabadas en arcos, al revés las dos ventanas de abajo, de manera que el conjunto emula a las ventanas ovaladas de la fachada principal. De la misma manera enmarcó ese conjunto con líneas de ladrillo visto.
La fachada principal se enfatiza con un gran portal de arco carpanel y gablete de arco apuntado recubierto en cerámica, con la representación del antiguo escudo de la ciudad realizado en un mosaico policromado. Las cornisas y los arcos se recubren con piezas de cerámica vidriada de color caramelo. El tejado es de escamas cerámicas. La simetría es la característica principal que define el exterior del edificio.
En sus paredes, las ventanas ovaladas permiten dotar al edificio de una gran iluminación natural, remarcadas por el techo dotado de buhardillas que hacen el efecto de gran lucernario.
Detalle del mosaico de la puerta de entrada.
Detalle de las tres ventanas y arcos simétricos respecto al eje horizontal.
Detalle de los tres lucernarios.
Fachada posterior, a la derecha la torre.
Fachada lateral.
Imágenes del exterior e interior de la torre.
JOSEP MARIA COLL I BACARDÍ (1879-1917)
Nace el 23 de agosto de 1879 en Barcelona. Estudia en la escuela de arquitectura de Barcelona, licenciándose en 1907 (a los 28 años). Gana la plaza de arquitecto municipal de Terrassa el 16 de noviembre de 1911 y toma posesión el 1 de enero 1912, con un salario de 3.000 ptas. Durante un tiempo simultaneó el mismo trabajo en el Ayuntamiento de Torelló. Pero no es hasta 1914 que se traslada a vivir a la ciudad con su esposa y seis hijos. Primero se instala en la calle Sant Quirze y después en la casa que él mismo construye en la av. Jaquard. Sólo ejerce de arquitecto durante 10 años, 5 en Terrassa, donde muere aquejado de una afección pulmonar el 24 de marzo de 1917 a los 39 años.
Durante esos escasos 5 años dejó una fuerte imprenta en la ciudad, a pesar de su escasa obra, pero sí que cuenta con edificaciones lo suficientemente destacadas para dejar constancia de su arquitectura y sus conceptos urbanísticos.
A Coll i Bacardí siempre le preocuparon los problemas de salud que generaban la gran cantidad de humos emitidos en las fábricas de la ciudad. Se le puede considerar un introductor de la corriente higienista y un visionario. Su forma de entender la arquitectura y el urbanismo se inscribió en lo que se conoce como el Movimiento Higienista, una corriente surgida a principios del siglo XX a raíz de una serie de trabajos elaborados por varios médicos y políticos franceses que luchaban contra la propagación de la tuberculosis en París. Sus postulados arraigaron en una arquitectura que promovía la iluminación y la oxigenación de los edificios, a la vez que facilitaba su limpieza interior. El movimiento higienista, caló hondo en Coll i Bacardí, quien había tomado conciencia del problema de salud pública que representaban los humos generados por los centenares de fábricas que poblaban la ciudad.
En el momento que el arquitecto se instaló a vivir en la ciudad, ésta vive uno de los momentos de mayor efervescencia de la industria textil y desarrollo urbanístico, consta con unos 25.000 habitantes, la mayoría obreros que trabajan en las grandes fábricas, cuenta con unos 30 edificios industriales, un teatro, un hotel, una escuela industrial y solo 3 arquitectos censados. En La trama de la ciudad se mezclaban las viviendas particulares con las grandes fábricas, lo cual comportaba grandes problemas de salubridad. No es de extrañar que las emanaciones de humo producidas por la alta concentración industrial generasen graves enfermedades respiratorias entre la población. Pero no solo el humo generaba problemas de salubridad. La gran masificación generada por la inmigración al albur de la industrialización conllevó también un crecimiento acelerado de las viviendas obreras, muchas de las cuales no reunían suficientes garantías sanitarias. Las enfermedades infecciosas eran un problema cotidiano. En este contexto hemos de conceptualizar el Parque de La Desinfección.
Aparte de su participación en el consistorio como arquitecto municipal, se integra rápidamente en la vida social de Terrassa, donde participa activamente en el gremio de artistas. El estilo arquitectónico que destaca en todas sus obras es muy ecléctico, dado del modernismo tardío, con un a clara influencia en los postulados de la Secesión vienesa.
Obras.
Las primeras obras que le encargan son educativas y sanitarias:
Grupo Escolar Torrella, en el portal del Sant Roc, derribado en 1968 por el mal estado que quedó después la riada de 1962).
Foto de la riada de 1962 que acabó de devastar el grupo escolar Torrella.
La Escuela Magdalena Rossell, en la calle de Sant Isidre, donde se acerca a los planteamientos industriales mediante el uso del ladrillo visto (para acentuar el contorno de las aberturas ovaladas) y de la piedra en la fachada.
Centro Médico en la calle de Sant Quirze (abierto en 1916 y desaparecido hacia 1952 para dar paso a los juzgados)
En paralelo elabora otros proyectos menos visibles pero claves para el crecimiento de la ciudad como redes de alumbrado (diseñó unas farolas modernistas para el Raval) y alcantarillado (ocupó la dirección facultativa de la Societat Mina Pública d’ Aigües de Terrassa), la transformación del torrente de Vallparadís en parque y participó activamente en las comisiones de trabajo para construir casas baratas para los obreros y en la protección del patrimonio histórico y artístico.
Coll i Bacardí trabajó estrechamente con la Junta de Museos. No fue baladí. Fue una persona inquieta culturalmente. Formó parte del Gremi d’ Artistes de Terrassa (único arquitecto en su momento en la asociación) y corresponsal de la Associació d’Arquitectes de Catalunya. Simultáneamente, hizo alguna que otra incursión en obra privada como la ermita del Sagrado corazón de Can Boada promovida por los industriales Marcet y Poal, donde las líneas parabólicas siguen marcando el estilo.
Los mismos industriales después le encargaron el almacén del Vapor Marcet y Poal en La Rasa.
También efectuó la reforma de la fachada de la Casa del Bunyolero en el Portal de Sant Roc. La cerámica es un elemento recurrente en su obra. Un claro ejemplo lo tenemos en esta obra, donde la fachada aparece casi totalmente decorada con este material ornamental, convirtiéndola en un edificio único y sin parangón en Terrassa.
“Ciudad-jardín”. Vallparadís
El arquitecto, comprometido fuertemente con el bienestar social y sanitario, se implica enseguida con los proyectos aprobados desde el Ayuntamiento para cubrir las necesidades más prioritarias de sus conciudadanos y mejorar su calidad de vida. Es en este contexto cuando en 1912, desde su condición de arquitecto municipal, realizó un proyecto de urbanización del Torrent de Vallparadís con el fin de destinarlo a parque municipal. Se trataba de realizar un proyecto de urbanización del torrente de forma de ciudad jardín, un entorno alejado de la contaminación provenientes de la industrialización. La propuesta urbanística, titulada "Ciutat-Jardí" no se llevó a cabo por estimarse muy ambiciosa, quedando paralizada. Esto no impide que el arquitecto dando ejemplo y creyendo es su proyecto, se construya su propia residencia en la zona, un edificio de 750 m2. Para la construcción siguió quizás el más claro ejemplo en su arquitectura, del movimiento secesionista vienés, un modernismo elegante y más florido, rompiendo con las formas redondeadas más propias del modernismo catalán en favor de líneas rectas más prácticas, pero incorporando elementos como el trencadís, y los elementos esgrafiados con motivos vegetales muy típicos de la secesión vienesa. Utiliza además elementos decorativos de las artes aplicadas como el hierro forjado o la utilización de la cerámica vidriada en las tejas de la cubierta. La residencia del arquitecto municipal, no obstante, permite observar los preceptos de esa arquitectura higienista que propugnaba su autor. La hallamos en los grandes ventanales que buscaban una adecuada iluminación y una buena ventilación de las estancias que conforman la residencia. También en la utilización de recursos arquitectónicos para marcar espacios dentro de una misma estancia, sin necesidad de utilizar cortinas que acumulan polvo. La facilidad de la limpieza se promovía también mediante el uso del mosaico hidráulico, que permitía componer figuras que asemejaban alfombras para marcar el centro de las habitaciones; un uso muy común en la arquitectura modernista y novecentista. También en los altos zócalos que protegen contra la suciedad a las paredes, y cuyos cantos romos evitan la acumulación de polvo y facilitan la limpieza.
La casa se conoce popularmente con el nombre de Casa Baumann, el nombre de su segundo propietario, un comercial de tejidos suizo a quien la familia del arquitecto tuvo que vender la mansión después de la muerte prematura de este, causada por una afección pulmonar el 24 de marzo de 1917.
Los sucesores en el cargo de la alcaldía no prestaron atención al proyecto de Coll i Bacardí para Vallparadís. La ciudad siguió su crecimiento hacia el lado del torrente, donde el visionario arquitecto pretendía establecer su ciudad jardín. Se instaló en la zona una gran hosquedad boscosa que permaneció inalterable, poblada por la maleza y algunos huertos. Sin embargo, gracias al tesón del Ayuntamiento presidido por Manel Royes en la década de los 90 el proyecto captó una nueva dimensión y ese torrente, junto a otros dos, fue acondicionado como una de las zonas verdes urbanas más grandes de Catalunya, el actual Parc de Vallparadís.
Reflexiones
Coll I Bacardí fue un arquitecto de obra diversa y funcional en la medida que hay edificios de distintas tipologías: una ermita, un parque de desinfección, escuelas, una casa residencial, una vivienda plurifamiliar y un almacén industrial.
Estilísticamente se caracteriza por aplicar la arquitectura del periodo modernista tardío, con un espíritu decorativito, influenciado por las corrientes estilísticas ‘Secesionistas’ europeas de Viena. Este estilo destaca sobre todo en las fachadas de sus edificios, de las artes aplicadas modernistas, esencialmente el "trecandís" y la cerámica, un hecho que da un cromatismo estéticamente muy vistoso. De ello son un ejemplo el Parc de Desinfecció, la Casa Coll i Bacardí (Casa Baumann) y la fachada de la Casa del Bunyolero. Sus edificios destacan por su claridad, orden y flexibilidad en la composición de los espacios interiores, por un correcto equilibrio de fuerzas que les garantiza una buena solidez estructural y por una clara voluntad de aplicar en cada uno de ellos sus criterios higienistas.
Una corriente inusual que contrasta con la austeridad decorativa que practicaba el arquitecto Lluís Muncunill en el mismo momento y que nos brinda la oportunidad de tener en la ciudad de Terrassa más diversidad de estilos dentro del mismo modernismo catalán. Algunos arquitectos de este periodo han quedado eclipsados por el interés que ha generado el arquitecto más prolífico del modernismo terrassense, Lluís Muncunill, y por la prematura muerte de Coll i Bacardí, un arquitecto muy joven, por tanto, su obra quedó muy reducida en el tiempo.
A la vista de estos hechos, resulta difícil saber qué habría sido de la ciudad si este arquitecto visionario no hubiera fallecido tan joven. Tal vez la figura del gran Lluís Muncunill habría brillado menos, pues la obra que dejó Coll i Bacardí apuntaba maneras, sobre todo en su visión de la ciudad como urbanista. Si Lluís Muncunill, con su prolífico legado, otorgó a la ciudad una personalidad propia en lo que se ha denominado como modernismo industrial, no es menos cierto que Josep Maria Coll i Bacardí contribuyó a ese legado con obras singulares que hoy en día siguen causando admiración y son referentes de una época dorada para la ciudad.
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